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Avanzar hacia una bioeconomía circular verde ya no es una opción sino una obligación con las personas y el planeta para ayudar a abordar los desafíos globales desde el cambio climático hasta las pandemias. Por lo tanto, la llamada Bio Revolución está en desarrollo y se espera que tenga un impacto anual global directo en la economía de 3.500 millones de euros con más de 400 aplicaciones científicamente factibles hoy.
En este contexto, la bioeconomía forestal tiene un papel clave que desempeñar. Una bioeconomía forestal se basa en la producción y transformación de la madera, de modo que se utiliza todo el recurso renovable. También es una fuente de empleo directo e indirecto en toda la cadena de valor. Sin duda, mejorar la innovación es el camino hacia una ventaja competitiva y un mejor rendimiento financiero.
Muy a menudo, los árboles de bosques y plantaciones gestionados de manera sostenible se ven solo como fuentes de biomasa, madera, leña, bloques de madera, astillas, serrín, celulosa de madera y similares. Sin embargo, en la actualidad hay muchos proyectos en marcha para desbloquear las muchas potencialidades ocultas en la madera, como los que está llevando a cabo el Instituto de Recursos Naturales de Finlandia (Luke) para aprovechar la corteza de los árboles, ya que ésta contiene «compuestos antimicrobianos y antioxidantes» que pueden usarse, por ejemplo, como conservantes e ingredientes para mejorar el sabor de los productos alimenticios». También «puede proporcionar materias primas para aplicaciones industriales como adhesivos y materiales aislantes e incluso puede ayudar a eliminar impurezas», según declaraciones de Pekka Saranpää, Gerente de Investigación de Luke.
Este es solo un ejemplo de las muchas innovaciones que se están investigando y desarrollando. La empresa Stora Enso está construyendo una planta que produce un carbono bio-renovable para reemplazar el grafito sintético, un material no renovable utilizado en las baterías. El nuevo grafito de base biológica está hecho de lignina, la segunda macromolécula más común después de la celulosa que se encuentra en la naturaleza, y constituye un tercio de la composición de la madera.
Además, los compuestos plásticos de madera (WPC) que combinan fibras de plástico y celulosa permiten el uso de bolsas de plástico recicladas y residuos de madera. Existen muchas soluciones innovadoras basadas en los bosques que contribuyen enormemente a una nueva bioeconomía circular. Pero aún queda mucho por hacer.
Por ejemplo, aunque la Unión Europea ha dado un giro estratégico hacia la bioeconomía, que ha influido en la orientación de investigación y desarrollo, priorizando la investigación y las actividades relacionadas con la bioeconomía, la mayor parte está orientada hacia la biomasa renovable. Eso deja un gran espacio para futuras investigaciones sobre innovación y desarrollo de productos que necesitan inversión y apoyo.
Por lo tanto, para alcanzar el objetivo de una bioeconomía circular, debemos crear un marco regulador propicio, aportar innovación decidida a la agenda política y de inversión y garantizar el acceso a la financiación y mejorar la capacidad de asumir riesgos para ayudar a que florezca una bioeconomía basada en la silvicultura.