Inversión, planificación y gestión forestal sostenible, claves para evitar los incendios

Equipo ProPopulus

Casi 100.000 campos de futbol. Esa es la superficie que ha ardido en España en los  primeros siete meses del año, segúndatos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA). Desde enero y hasta el 14 de julio, habían ardido en ese país mediterráneo 48.821,97 hectáreas. Y el verano, con olas de calor que han provocado incendios incluso en el Ártico, todavía no acaba. En el contexto europeo, España es el segundo país mediterráneo, por detrás de Portugal, que registra más incendios forestales cada año, con unos 12.000 siniestros y cerca de 100.000 hectáreas de media calcinadas, según el informe Arde el Mediterráneo presentado recientemente por la organización conservacionista World Wildlife Fund. El estudio analiza los incendios en España, Francia, Grecia, Italia, Turquía y Portugal, durante el período 2009-2018 y establece que “La única estrategia eficaz para hacer frente a los incendios pasa por abordar las causas y apostar por una prevención real: reducir la alta siniestralidad y hacer el territorio menos inflamable y más resiliente al cambio climático”.

Y las causas no son otras que el abandono de los montes, la falta de prevención y la ausencia de recursos para cuidar y desarrollar el medio rural. “Nuestros bosques han crecido de forma exponencial durante las últimas tres décadas, pero de forma desordenada porque no ha habido planificación forestal y venimos sufriendo una fuerte desinversión pública que afecta directamente al estado de salud y conservación de los montes por no llevarse a cabo la selvicultura necesaria, que conforma la estructura de la vegetación”, explica Patricia Gómez Agrela, gerente de la Confederación de Organizaciones de Selvicultores de España (COSE).

Juan Luis Abián Perruca, director gerente del  Centre de la Propietat Forestal del Departament d’Agricultura, Ramaderia, Pesca i Alimentació de la Generalitat de Cataluña, por su parte, añade que ”en estas zonas marginales donde no hay gente viviendo, ni agricultura, tampoco se desarrolla economía y si no hay economía, el territorio se seguirá quemando. El problema es que (las Administraciones) no dejan hacer muchas cosas: no dejan construir viviendas ni reparar las que hay; son muchos problemas. No hay facilidades para que la gente viva en los pueblos, como consecuencia, la gente se va a las ciudades. Este es el trasfondo de todo”. Pone como ejemplo la comarca del Priorat: “Hace 20 años, en esa zona cerraban los colegios por falta de niños. Comenzaron a plantar viñas y ahora hay una economía que sustenta la comarca. Ahí no habrá ningún incendio, primero porque ya casi no hay bosque porque han plantado viña, y segundo, porque hay economía, hay bastante riqueza. Ha cambiado en 20 años. Pero eso no se puede hacer en todos los sitios”.

La solución pasa por la gestión forestal sostenible

Gómez Agrela coincide en que la economía está en la raíz del problema, pero hay otros elementos que intervienen: “Hay un dicho muy conocido en nuestro sector que dice que ‘el monte rentable no arde’. Pero en un gran incendio (>500has) entran también en juego otras condiciones como la humedad, la ignición y meteorología (olas de calor o altas velocidades de viento que propagan el incendio). La famosa ‘regla del 30’: Temperatura ambiente igual o superior a los 30ºC, rachas de viento del orden o superiores a 30km/h y una humedad relativa del aire inferior al 30% es una combinación muy peligrosa”.

Añade que, de todos esos factores mencionados, solo hay uno que se pueda gestionar: “el combustible”. Es decir, el monte. Y señala que focalizarse sólo en las causas concretas, olvidando el estado de los montes es un grave error.

“La reducción de los grandes incendios pasa, por tanto, por el tratamiento y la gestión de nuestros paisajes”. Centrándonos en la ignición, es decir, en la causa concreta que da origen a un incendio forestal en particular, no se aborda el problema de los incendios, insiste Gómez Agrela. “Hay que incidir en la parte de gestión del territorio, en la necesidad de planificación, en los trabajos de prevención, en el hecho de que existe una perversión en el sistema de pagos para la ganadería en extensivo, en la despoblación rural, en la necesidad de mitigar los efectos del cambio climático mediante bosques bien gestionados para aumentar los sumideros de carbono”.

Para prevenir, indica, “hay que poner en las manos de los principales gestores del territorio, los propietarios, todas las ayudas posibles. Una política de prevención de incendios eficaz está basada en la viabilidad económica de una gestión forestal sostenible”.

Porque los propietarios forestales son una de las claves en la prevención de incendios y gestión de las masas forestales, sin embargo, poco se habla de su papel y de los recursos que se destinan a la prevención de siniestros como los que han arrasado miles de hectáreas en Tarragona, Madrid, y Ávila, por ejemplo.

El fuego no entiende de límites

 “El fuego, como las plagas, no entiende de titularidad ni de límites administrativos, pero los propietarios forestales somos muy conscientes de que cuanto más gestionada esté la masa forestal más posibilidades hay de que se quede en un conato (menor a 1 hectárea) y no se convierta en un incendio (mayor a 1 hectárea)”, dice Patricia Gómez Agrela.

En España, según datos de la Red Rural Nacional en España cada año se produce una media de 15.647 siniestros, de los cuáles dos tercios afectan a una superficie inferior a 1 hectárea, lo cual no significa que no sean importantes. Pero ¿qué ayudas reciben los propietarios forestales para prevenir y controlar pequeños incendios, no sólo durante el verano que es la época de mayor riesgo, sino durante todo el año?

La gerente de la Confederación de Organizaciones de Selvicultores de España es tajante:

“Las ayudas recibidas son muy escasas, y mayoritariamente están ligadas a los Programas de Desarrollo Rural (PDR) que cada Comunidad Autónoma diseña, lo que implica que no todos los propietarios las reciben.

”Generalmente cuando se habla de los incendios se olvida una pieza fundamental en esta lucha: Los propietarios forestales. En sus manos reside gran parte de la solución a este problema que nos atenaza año tras año y es una auténtica amenaza en los aspectos económico, social y ambiental.

”Sin embargo, las ayudas no son proporcionales a la inversión que tienen que realizar los propietarios para mantener las masas forestales. Si se dedicara a la gestión parte de los recursos que se destinan a la extinción, se estaría haciendo una verdadera prevención a la vez que se contribuiría a generar un modelo socioeconómico muy deseado en las zonas rurales, ya que las actuaciones preventivas generan empleos en sus entornos.

”A menudo el propietario se siente desamparado ante un incendio, las ayudas (en el caso de haberlas, pues depende de la Comunidad Autónoma) son insuficientes y llegan tarde. Tampoco los seguros contra incendios aplacan la situación porque la prima a pagar es muy alta y no siempre es posible afrontarla”.

Afirma que, con una buena inversión en gestión e incentivos fiscales al monte , tendríamos bosques más resilientes y resistentes a los incendios y ahorraríamos en la extinción, y señala que en la última década la inversión en prevención de incendios forestales se ha reducido en un 50%.

Los más afectados

Los incendios forestales en Tarragona, Toledo, Madrid, Ávila, Cantabria y Andalucía –por  sólo mencionar algunos–, han puesto de manifiesto durante unos pocos días los daños materiales y emocionales que genera un incendio forestal. Porque durante la época de incendios los medios de comunicación hacen una cobertura concienzuda de los siniestros,  mientras las autoridades ponen todos los medios posibles para su extinción, pero luego el tema cae en el olvido: “Ahora aparecemos en los medios por los incendios, pero llevamos 10 años sin aparecer . Hay un incendio y aparecemos en los medios cuatro días, pero en cuanto se pasa,desaparecemos. Como mucho, dependiendo de cómo haya ido la campaña,  habrá una comparecencia en el Congreso en septiembre sobre los incendios que haya habido.. Será un déjà vu otra vez de años anteriores y luego pasará. En el momento que no es noticia, la gente está a otra cosa”, explica Juan Luis Abián Perruca.

En un incendio forestal de grandes magnitudes sufren los vecinos, los pueblos cercanos, los ganaderos que tienen sus animales en las cercanías de los siniestros, pero poco se habla de los propietarios forestales que, en definitiva, son uno de los colectivos más afectados. “En un incendio perdemos todos, pero el que más es el propietario forestal, que ha invertido tiempo, dinero y esfuerzo en conservar un territorio que ha recibido de sus padres y se transmite en herencia de generación en generación con el compromiso de dejarlo en mejores condiciones que las recibidas. Y no sólo se transfiere una pertenencia, sino un sentimiento de arraigo y una responsabilidad por el cuidado de la tierra. Esa realidad no la percibe la sociedad urbanita, muy alejada del territorio rural. Se dice que se ha perdido ya toda una generación rural, y con ella el conocimiento del uso del campo y el monte. Una pérdida de valor incalculable; si perdemos cultura forestal, como por ejemplo el manejo del fuego, se pierde patrimonio natural y hasta la identidad y raíces de los pueblos que vivían de aprovechar sus montes. Simplemente porque la gente ya no vive allí”, afirma Gómez Agrela, quien añade que para evitar incendios devastadores como los que hemos presenciado en las últimas semanas “necesitamos un medio rural vivo, es decir, con personas que vivan en él y lo cuiden. No podemos sacar al hombre del ecosistema”.

Esto se logra con propuestas de dinamización de la actividad forestal y con mucha comunicación para que la sociedad entienda la labor de los propietarios forestales. “Solicitamos a los partidos políticos un pacto por los bosques y una firme política de inversión en la actividad forestal que reduzca el riesgo de incendios, la despoblación o la biodiversidad para que el sector forestal ejecute el potencial económico, ambiental y socialmente estratégico que son los bosques. Tenemos un enorme capital natural sin aprovechar”.

La España vacía tiene solución: una fiscalidad más verde

Que la España rural se está vaciando no ningún secreto. Y esto, como ya hemos visto, pasa factura en forma de biomasa que crece de manera descontrolada y termina siendo pasto de las llamas. Una de las fórmulas para evitarlo es dinamizar el medio rural. Sin embargo, es poco lo que se está haciendo en este sentido.

Abián Parruca explica que desde el sector forestal se está solicitando que se aplique una fiscalidad diferente: “Por ejemplo, que los trabajos forestales desgraven, o estén exentos de IVA, que tengan un IRPF más bajo, pero que todo el motor forestal tenga una fiscalidad diferente, una fiscalidad verde. Esto podría ser un detonante para ayudar a mover la economía rural, pero no va a ser fácil”. Para Gómez Agrela “es fundamental que la Administración entienda que incentivar la gestión forestal, por ejemplo, a través de la fiscalidad, es la mejor forma de prevenir los incendios”.

Los incendios se combaten con una gestión activa y potenciando el aprovechamiento del monte, explica la gerente de COSE. Algunos especialmente importantes para la “limpieza del monte”, dice, son el aprovechamiento de la biomasa forestal con destino energético y la ganadería extensiva.

Para que los bosques sean menos vulnerables, hay que dedicar recursos y medidas que incentiven la gestión forestal. “Pedimos un cambio de enfoque que haga más hincapié en la selvicultura preventiva y que se cuente con la experiencia y la colaboración de los propietarios y de los habitantes de las zonas rurales en los planes específicos para combatir los siniestros (como los incendios) y demás diseños de actuación forestal, en un ejercicio de buena gobernanza”, dice Gómez Agrela, quien añade que las administraciones locales, autonómicas y estatal deben trabajar de forma conjunta y coordinada en equipos y medios de extinción y en la creación de infraestructuras contraincendios.

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